Pobreza y desnutrición
Más de la mitad de la población argentina es pobre: más de catorce millones de personas no tienen dinero suficiente para cubrir una canasta básica de alimentos. Según los datos de la organización de las Naciones Unidas que vela por los chicos, UNICEF, el 22 por ciento de la población urbana es indigente: seis millones de personas no acceden a la canasta básica de alimentos. Siete de cada diez chicos y adolescentes es pobre. La mitad de esos seis millones de chicos y adolescentes pobres es, además, indigente. Seis de cada diez hogares donde viven chicos y adolescentes no puede cubrir una canasta de alimentos básicos. En el noroeste de la Argentina ocho de cada diez chicos y adolescentes es pobre, la mitad vive en hogares que no tienen ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas. El Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (CESNI), en base a investigaciones propias, asegura que el 35 por ciento de la población no puede acceder a los alimentos básicos aunque destine a ellos el 66 por ciento de sus ingresos. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo, de seis millones y medio de chicos de 0 a 14 años censados en 31 aglomerados urbanos, cuatro millones ochocientos mil son pobres; de ellos, dos millones setecientos mil son indigentes. También según el INDEC viven en la Argentina un millón trescientos mil chicos de 0 a 2 años. Aunque no hay cifras oficiales, el CESNI, (que colabora con la Organización Mundial de la Salud) asegura que el cincuenta por ciento de los chicos de todo el país de entre 6 meses y dos años padecen anemia por falta de hierro, culpa de la mala alimentación. En el nordeste y en el noroeste la anemia alcanza el 66 por ciento. El CESNI asegura que más de dos millones de chicos no tienen cubiertas sus necesidades básicas Pero lo que los números no explican es que la desgracia de los más chicos y la mala alimentación llevan ya décadas en la Argentina. Las secuelas que deja el hambre, en especial en los dos primeros años de vida son en muchos casos, irreversibles. Se notan en la estatura: el país ha criado ya varias generaciones de "petisos sociales" como los bautizó el lenguaje médico y científico. Y en igual medida el hambre y la desnutrición dejan su huella profunda en el cerebro, en la capacidad intelectual, en la concentración y en la adaptación a la escuela y a sus exigencias. El país empeña de a poco, y de la manera más cruel, el futuro intelectual de millones de ciudadanos a los que condena cuando todavía son chicos.
Más de la mitad de la población argentina es pobre: más de catorce millones de personas no tienen dinero suficiente para cubrir una canasta básica de alimentos. Según los datos de la organización de las Naciones Unidas que vela por los chicos, UNICEF, el 22 por ciento de la población urbana es indigente: seis millones de personas no acceden a la canasta básica de alimentos. Siete de cada diez chicos y adolescentes es pobre. La mitad de esos seis millones de chicos y adolescentes pobres es, además, indigente. Seis de cada diez hogares donde viven chicos y adolescentes no puede cubrir una canasta de alimentos básicos. En el noroeste de la Argentina ocho de cada diez chicos y adolescentes es pobre, la mitad vive en hogares que no tienen ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas. El Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (CESNI), en base a investigaciones propias, asegura que el 35 por ciento de la población no puede acceder a los alimentos básicos aunque destine a ellos el 66 por ciento de sus ingresos. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo, de seis millones y medio de chicos de 0 a 14 años censados en 31 aglomerados urbanos, cuatro millones ochocientos mil son pobres; de ellos, dos millones setecientos mil son indigentes. También según el INDEC viven en la Argentina un millón trescientos mil chicos de 0 a 2 años. Aunque no hay cifras oficiales, el CESNI, (que colabora con la Organización Mundial de la Salud) asegura que el cincuenta por ciento de los chicos de todo el país de entre 6 meses y dos años padecen anemia por falta de hierro, culpa de la mala alimentación. En el nordeste y en el noroeste la anemia alcanza el 66 por ciento. El CESNI asegura que más de dos millones de chicos no tienen cubiertas sus necesidades básicas Pero lo que los números no explican es que la desgracia de los más chicos y la mala alimentación llevan ya décadas en la Argentina. Las secuelas que deja el hambre, en especial en los dos primeros años de vida son en muchos casos, irreversibles. Se notan en la estatura: el país ha criado ya varias generaciones de "petisos sociales" como los bautizó el lenguaje médico y científico. Y en igual medida el hambre y la desnutrición dejan su huella profunda en el cerebro, en la capacidad intelectual, en la concentración y en la adaptación a la escuela y a sus exigencias. El país empeña de a poco, y de la manera más cruel, el futuro intelectual de millones de ciudadanos a los que condena cuando todavía son chicos.
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