Prácticas y Discursos en Bourdieu
Bourdieu parte de la premisa de que el mundo social transcurre en espacios sociales concretos. Este está conformado por un conjunto de bienes y propiedades o el equivalente en términos Bourdianos en “capitales”. En este sentido encontramos tres tipos o especies de capital: económico, social y cultural. El capital económico hace referencia más bien a la cantidad de bienes materiales; el social, al número y calidad de las relaciones sociales y el cultural alude a la cantidad de conocimiento acumulado. Encontramos un cuarto capital, el simbólico, que, al decir de Alicia Gutiérrez[1]: “este se encuentra menos explicitado. En un primer momento era utilizado como una manera de distinguir la acumulación de ciertos bienes no estrictamente económicos, como el honor, prestigio, relaciones, conocimiento. En escritos posteriores se lo encuentra definido como “(...) forma particular de capital, el honor en el sentido de reputación, de prestigio, como capital fundado sobre el conocimiento y reconocimiento”. Se trataría entonces de una especie de capital que juega como sobreañadido de prestigio, legitimidad, autoridad, reconocimiento, a los otros capitales (ídem).
La distribución de capitales da origen a “posicionamientos”, es decir que estos espacios concretos aparecen estructurados en sistemas de posiciones, las cuales obedecen a la desigual distribución patrimonial. Las relaciones que se establecen entre los agentes son relaciones de fuerza o de dominación.
En la medida en que en ese espacio social concreto haya lucha y competencia se va a transformar en un campo. Bourdieu define a los campos sociales como: “espacios de juego históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento propias”.
Hay un segundo momento, en términos analíticos, en donde este espacio objetivo se internaliza, “se hace cuerpo”. Aquí Bourdieu introduce el concepto de “hábitus”, que no es más que el sentido del juego o “el juego social incorporado”. Desde la estructura un hábitus, cuyas características responden a un campo objetivo particular por la posición que se ocupa en ese campo, es que el agente aprende a moverse respondiendo a la lógica y a las exigencias que le impone el juego.
Bourdieu define a los hábitus como “sistemas de disposiciones durables y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin”.
En otros términos, puede decirse que se trata de ciertas disposiciones a actuar, percibir, valorar, que tienen que ver con la historia de vida del sujeto. Desde este punto de vista las representaciones, desprendidas de la estructura del hábitus, se constituyen como las formas en que se vuelve a presentar el espacio social concreto. El mundo social, para Bourdieu, puede entenderse en términos simbólicos, un espacio en donde se insertan los “estilos de vida”, o sea, maneras de nombrar, explicitar (mediante símbolos) un modo de ser y de actuar.
Esta realidad puede ser objeto de distintas actos de nombramiento, por lo que las visiones y las di-visiones varían con la posición, con el “punto de vista” desde el cual se mira.
Los símbolos constitutivos de las representaciones y, por lo tanto, del mundo social, se materializan en las “prácticas” y en “los discursos”. Los discursos son fundamentales para Bourdieu en el sentido de que” “el mundo social es el lugar de luchas a propósito de palabras que deben su gravedad –y a veces su violencia- al hecho de que las palabras hacen las cosas” [2].
Hay que entender la visión de práctica para Bourdieu, en términos de estrategia: “ella es el producto del sentido práctico como sentido del juego, de un juego social particular, históricamente definido”.[3]
¿Las prácticas debe ser entendidas en términos de estrategias?
Toda práctica debe ser entendida en términos de estrategia de defensa de los intereses ligados a la posición que se ocupa en el campo de juego específico, y no necesariamente sujeto a la reflexión consciente de este mecanismo. Los actores llevan a cabo estrategias que tienen como objetivo mejorar su posición dentro del campo y por un lado encontramos, parafraseando a Bourdieu, a “aquellos que dentro un estado determinado de la relación de fuerzas monopolizan el capital específico, se inclinan hacia estrategias de conservación, mientras que quienes disponen de menos capital (que suelen ser los recién llegados, los jóvenes) se inclinan a utilizar estrategias de subversión: las de la herejía”[4].
Bourdieu insiste en el hecho de que el principio de las estrategias no es la búsqueda consciente de la “maximización de la ganancia específica”, sino una relación inconsciente entre un hábitus y un campo. Estas estrategias son acciones que están objetivamente orientadas hacia fines que pueden no ser lo que se persiguen subjetivamente. Nos habla Bourdieu de una “necesidad inmanente del campo”, a la que la gente puede obedecer y satisfacer las exigencias inscriptas en él, con sólo dejar actuar su hábitus y no por ello estará buscando una maximización de un provecho específico.
[1] Gutiérrez, Alicia, “Las prácticas sociales”; op. cit.
[2] Bourdieu, Pierre, “Cosas dichas”; op. cit.
[3] Bourdieu, P., “De las reglas a las estrategias”, en “Cosas dichas”, op.cit.
[4] Bourdieu, P. “Sociología y cultura”, op. cit.
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